Música en Puente Piedra

 

La sonrisa de un niño es invaluable, tiene un efecto mágico y sanador, nos produce una experiencia en la que nuestra sensibilidad obtiene altas dimensiones. Esta historia pertenece a ese instante, a ese momento en que sería un milagro volver a ser niños. Mariana Roggero y todo el equipo de Jardín de Historias compartió una tarde con los niños de la Casa Betania en Puente Piedra, al norte de la ciudad de Lima, Perú.

 

Texto y fotos: Carlos Huamán

 

Pasado el mediodía de un día más como cualquier otro, los instrumentos, las temperas, los lienzos y nuestros corazones abiertos, se preparaban para una aventura que quizá tendría que quedar grabada en nuestros archivos emocionales. Luego de un largo viaje de sur a norte, por una larga autopista que deslucía los contrastes sociales de nuestra nueva Lima ya mestiza e inquieta, llegamos a las alturas, a un lugar que antes no habíamos visitado ni a aquellas calles que jamás habíamos transitado. 

La vorágine de lo desconocido hacía presagiar que algo bueno iba a pasar. Con sonrisas, imaginando aquel encuentro, nos conducíamos por senderos estrechos y cuesta arriba. Nuestras armas; la inquietante ganas de abrazar un momento feliz y el arte que nos embargaba. Por fin llegamos, el recibimiento fue agradable, el arte todo lo puede, trasciende más allá de todas las barreras sociales inventadas por los seres humanos.

El ritual se dio inicio con la canción del “Hola”, los niños empezaban a saltar, jugar y cantar con nosotros. El ambiente se tornó festivo. La respuesta de los niños y niñas fue grandiosa, ellos necesitaban jugar con los colores y nosotros jugar con ellos para alimentar el alma. Nos organizamos. Tras un largo papel sobre el piso cada niño@, todos pintando al unísono, pudieron  plasmar con los colores su momento, sus deseos y su amor por quienes les rodeaban.

Verde, azul y amarillo, casita de madera, mi hermana de color rojo y mis árboles, el sol y la luna de diversas texturas, fueron las obras que se plasmaron para la historia, un registro que quedará por siempre en nuestro interior, en nuestros corazones que latían más de la cuenta. Moraleja: nunca dejes de pintar de colores tus días.